domingo, 17 de mayo de 2009

En mis zapatos


Ponte en mis zapatos.

 

Hazlo por una sola vez. Llégate hasta donde estoy y colócate en mi sitio, aquí, en medio de esta carretera solitaria que se construyó para que solo yo la recorriera. Ven aquí y pisa mis últimas huellas. Y echa la vista atrás.

 

Verás mis huellas alejándose en la distancia, más y más pequeñas hasta perderse. En algún tramo el viento las habrá hecho desaparecer, pero no te engañes. Llevo toda la vida haciendo el mismo camino. Ya he pasado por allí.

 

Ponte en mis zapatos y mira con mis ojos. Siente todo el peso de mi pasado, todo el cansancio de mi presente y toda la incertidumbre de mi futuro. Siente cada china que me ha entrado en el zapato, cada herida que me he hecho cuando he tropezado. Siente el ardor del sol, el azote del aire, las ráfagas de lluvia, el hielo, la nieve. Mira todos los puentes que he cruzado, las veces que he vadeado un río, los desniveles que he salvado.

 

Saca cuentas de todas las ampollas que han poblado las plantas de mis pies, de cada herida que me ha hecho cojear. Me he apoyado sobre palos que luego he arrojado a los arcenes. A veces he caminado con alegría mientras que otras he arrastrado cansinamente mis pasos.

 

El sol ha salido y se ha puesto tantos días como he vivido y he perdido ya la cuenta de los ciclos de la luna que se han sucedido sobre mi cabeza. Cada luna y cada sol han visto al mismo caminante ir creciendo y cambiando. Siempre el mismo y siempre distinto.

 

Sí. Ponte en mis zapatos y siente la sed y el hambre, la alegría y el hastío, la ilusión y el dolor. Siente cada cicatriz de mi alma tanto como las de mis rodillas. Siente en tu piel todas y cada una de las veces que me he estrellado contra un muro que no podía ver y contra el que no podía luchar. Déjate las uñas tratando de abrir un agujero en él. Siente luego la frustración, la soledad y ese frío interior que nunca te abandona cuando te levantas de tu postración y te ves en la misma maldita carretera y te das cuenta de que no te queda más remedio que apretar los dientes y seguir andando.

 

Ven aquí. Ocupa mi lugar unos instantes y puede que entonces y solo entonces comprendas quién es este caminante. Y lo más importante aún, quién era y de donde venía ese ser al que nunca has logrado comprender.

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